Quiz: ¡Fiesta! (1974) - Prueba
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¡Fiesta! - 1974 - Películas de Quilapayún (1970-1979) - Temporada 2, Episodio 9 - 26 de julio de 1974
Temprano en la mañana del día 12 de julio estaba Rodolfo con sus amigos en el hospital Louis Mourier, donde esperaba a Loreto, que estaba de parto. Aprovechaban de ir a celebrar el acontecimiento con un delicioso helado en el café del recinto.
-”¡Apúrense, cabros!”, gritó Rodolfo, “¡Con este calor me voy a insolar!”.
-”¿Tienes la plata para los barquillos?”, preguntó Willy.
-”Sí”, contestó Rodolfo, “Ya, elijan el sabor, que no podemos dejar a la Lore sola”.
De repente, se escucharon gritos de regocijo, luego de que se escuchara el llanto de un niño, lo que causó que todos corrieran para verlo. No era nada más ni menos que Matías, como así nombrase Rodolfo a su primer hijo, al que miró con seriedad y desconfianza, al ser su primer día como padre.
Si bien Loreto recibió mucho amor familiar, Rodolfo veía al niño con una cara de indiferencia que se mezclaba con emoción. Al portarlo en brazos, la desconfianza abundaba. Y al dejarlo en los de Loreto, se quedaba tranquilo. Era tan extraña la sensación que el Rodo sentía en su cara.
-”¡Qué chiquitito!”, dijo Brenda, “¡Tiene los ojitos angelicales de la Loreto!”.
-”¡Aww, cosita rica!”, dijo Guillermo, “¡Puta, Huacho, Matías es como para cuidar una flor!”.
-”Está precioso tu hijito, Rodo”, dijo Hugo, “¿Por qué lloras, estás emocionado?”.
-”Lo dudo”, gritó Rodolfo, desconfiado, “Es el primer día del padre de mi vida”.
-”Tranquilo”, contestó Hugo, sereno, “Mira, tus compañeros ya lo estamos siendo”.
“¡Esto hay que celebrarlo!”, dijo Eduardo, “Ahora mismo, Rodo, se hará el ‘bautizo’ del Matías”.
-”¿Por qué?”, dijo Filadelfia, “El Matías tiene treinta minutos de nacido, hazlo después”.
-”Bueno”, dijo Eduardo. “Entonces, el Rodo recibirá méritos. Escuchen bien, cabros”.
Para que nadie más que ellos mismos escuchara el discurso, los muchachos se escondieron en la habitación que Loreto reservó para su puerperio.
-”Rodolfo”, dijo Eduardo, con cara de felicidad, “Felicidades por recibir semejante bendición, no sólo en tu familia, sino también en nuestra tribu. Así que dedícale una gran parte de tu amor a tu pequeño hijo, al que veremos como sus tíos”.
-”Gracias”, contestó Rodolfo, sonrojado, mientras sus amigos lo veían dulcemente cargando a Matías. Un minuto después, lo escucharon cantar su primera canción de cuna. Contemplaron los Quilas la cara de sueño del pequeño, y más se fijaron en sus ojos color castaño. Para ellos, semejante hecho fue algo que emocionó sus vidas.
Sin embargo, Rodolfo quería quitarse algo de peso encima. Tendría que apoyar a Loreto en las licencias postnatales y para más remate, encargarse de tantos deberes desagradables, como limpiar el cuarto, limpiar al niño, preparar leche y hasta dormir a Matías si era necesario. Y eso fue lo primero que pensó.
-”Una de tus responsabilidades, Rodo, es acostar a Matías. Tiene que tomar varias siestas”, dijo Carlos, “Y otra, es preparar leche. Esos serán dos de tus mayores desafíos en la vida paterna. Sé que lo quieres evitar, pero, lo siento, si tú deseaste tener guagua, aquí tienes las consecuencias de tan tierna decisión”.
A casi una semana del nacimiento de Matías, el alcalde dio una información importante: llegó al barrio la noticia de que se celebrará un festival en Colombes, empezando a las seis y media de la tarde. El punto de encuentro sería en el centro cultural. Como ha sido frecuente, los Quilas estaban invitados a participar, debido a su carácter entusiasta en contribuir en las actividades culturales, no sólo en los conciertos, sino también en eventos de su barrio y hasta de su país de exilio.
-”¡Vamos, chicos!”, dijo Hugo. “¿Qué mejor que salir a quedarse dentro de casa?”.
-”Sería buena idea”, dijo Rodolfo. “Si no fuera por ese Matías que ya me tiene ocupado”.
-”No digas esa weá”, dijo Hernán. “Podrías llevarlo igualmente, aunque no sea la mejor opción”.
Para sus amigos era buena idea, pero Rodolfo no sabía si dedicar más tiempo a Matías o a la fiesta. Así que le preguntó a Loreto cuál decisión tomar.
-”Loreto”, dijo Rodolfo. “¿Qué elijo? ¿Una fiesta, para pasarla bien, o nuestro hijo, que hace una semana que acaba de nacer?”.
-”Escúchame, Huacho”, contestó Loreto, que entregó a su marido aquel niño de siete días de nacido. “Voy al hospital a hacerme exámenes post-maternidad y agendar el control de Matías. Y no iré contigo a la fiesta”.
-”Pucha”, dijo Rodolfo. “Si fueras conmigo, estaría tranquilo”.
“Bueno”, dijo Loreto. “Podrás ir a la fiesta con tus colegas. Sólo, con la condición de que cuides a Matías y lo lleves allá, porque no voy a estar con ustedes. Si no vas con Matías, te quedas en casa”.
-”Lo prometo, Lore”, dijo Rodolfo. “Haré lo mejor para cumplir tu petición”. Besó la mejilla de Loreto, que se marchaba del piso para irse al hospital. Luego de despedirse de su amada, Rodolfo puso a Matías en su regazo. Ahí se le quitó la desconfianza.
Aunque al inicio lo pensó, Rodolfo entendió al rato que no era tan terrible el tener un hijo. Gracias a unos recados que Loreto escribió en la cocina, Rodolfo preparó la fórmula. Luego se acercó a Matías con el biberón, se lo puso en la boca y lo llevó a la mecedora, mientras le cantaba.
-”Hugo tenía razón”, dijo Rodolfo, “No es tan terrible ser padre. Como me estoy poniendo las pilas, mi hijo lo agradecerá. ¿Verdad, precioso?”.
Matías contestaba con gorgoteos a su padre, después de un tiempo agarrando la tetina del biberón con la boca. Rodolfo sentía deleite, lo que le recordaba a su infancia misma.
De repente, entre tanta ternura que Rodolfo sentía en el corazón, se escucharon las campanadas que indican las seis de la tarde. Ahí, el Huacho se dio cuenta que iba a llegar tarde.
-”¡Mierda!”, dijo Rodolfo, horrorizado. “¡Son las seis! En media hora más debo estar con mis compadres”. Se fue corriendo al baño, se quitó la ropa y fue a bañarse. Se demoró veinte minutos en hacerlo. Los otros diez los usó para vestirse y arreglar sus cosas. Fue en ese entonces que se mandó el peor condoro de su vida: pensando que se llevó a Matías, se llevó una muñeca en su lugar. Poco sabía Rodolfo que el bebé se había quedado en la casa.
-”¡Uf!”, suspiró Rodolfo, todavía con tal pensamiento erróneo en su cabeza. “Al menos llegaré bien”.
Mientras Rodolfo salía corriendo, los demás Quilas lo esperaban con cara de confusión. Sus amigos Brenda, Filadelfia y Felicio salieron elegidos para el baile que empezaría a las ocho de la tarde.
-”¿Qué chucha con el Huacho?”, dijo Willy, “Dijo que iba a llegar a tiempo”.
-”Cumpa, el Rodo es papá”, dijo Hernán, “Puede que por eso llegue después”.
-”La Loreto está en el hospital, cabros”, dijo Hugo, “Y el Huacho dijo que iba a traer a Matías al evento”.
Rodolfo llegó a las siete de la tarde, a una hora de cuando inició la fiesta. A su llegada, saludó a todos, con una peculiar cara de distraído de la cual nadie se dio cuenta.
-”¡Che Rodolfo!”, dijo Felicio. “¡Qué alegría verte!”.
-”Gracias, Felicio”, respondió Rodolfo.
-”¡Rodo!”, dijo Brenda. “¿Qué te pasó?”.
-”Me atrasé”, contestó Rodolfo.
-”¿Trajiste a Matías?”, dijo Eduardo.
-”Sí”, dijo Rodolfo, con cara de inseguridad y los dientes nerviosos. “Aquí está Matías. No se preocupen”.
-”¿Sabes, Huacho?”, dijo Carlos. “Cuando sea el baile, que será a las ocho, vamos a tocar música. Cenaremos en treinta minutos más, así no nos demoramos tanto”.
-”¡Uf!”, dijo Rodolfo. “¡No llegué tarde a la tocata al menos!”. Se echó a reír con sus amigos, con los cuales invitó un trago.
A las siete y cuarto, el alcalde puso música. Empezaron con el baile de la conga, donde todos los partícipes se pusieron locos de alegría. Las duplas del grupo se juntaron para danzar al son del ritmo. Hugo estaba con Brenda, mientras que Filadelfia con Felicio.
-”¡Conga, conga, conga!”, cantaba Willy. “Un, dos, tres, ¡chachachá!”.
A quince minutos, durante la cena, Willy fue invitado a tocar un pie de tango. Interpretó tres temas, los tangos “Besos brujos”, “Por una cabeza” y una canción de comedia, “El ratón vaquero”. Ésta última la cantó para hacer reír a los niños que estaban en el evento.
-”¡Mira, los Quilas!”, gritó una adolescente.
-”¡Qué payaso!”, rió Guillermo. “¡Ay, Willy, por eso nos divertimos con tus tallas!”.
-”¡Felicidades!”, dijeron los demás. “¡Tienes alma de adolescente!”. Mientras tanto, Willy les agradeció serenamente sus bellos comentarios.
A las ocho empezó la hora de los números artísticos. Brenda y Hugo llegaron a cantar un estándar de jazz cómico, llamado “El mejor restorán”, tema con el cual representaron un poco los restaurantes a los que asistían con sus colegas. Después, hubo una temporada de jazz, donde los presentes se pusieron a bailar. Brenda también volvió a participar, cantando una canción de Carmen Miranda, “Cuánto le gusta”. Todos le siguieron el pie de la letra, debido a lo pegadiza que era la música. Más adelante todos se pusieron a bailar al son de “Onofre, sí Frei”.
Después de su interpretación, alguien estaba comiendo merluza, pero la encontró horrible.
-”¡Pucha, qué asco este pescado, gallo!”, dijo el caballero, “¿Te cachai?”. Al oír esto, los Quilas se burlaron de él.
-”¡Miren qué irrespetuoso ese weón!”, dijo Hernán, en voz baja. “Vamos a decirle que está equivocado”.
-”¿Y qué tiene, Pelao?”, dijo Brenda. “Hay gente a la que no le gusta la merluza, así que tengan más cuidado con sus palabras, muchachos”.
-”Pero hay gente que dice eso de forma desubicada”, dijo Eduardo. “Como ese viejo cochino y barrigón, que para más remate tiene su mesa muy sucia”.
-”¡A comer merluza!”, dijo Carlos. Subieron al escenario para tocar la canción del mismo nombre. Las parejas de baile se repitieron, mientras con la música, la gente se reía, bailaba y aplaudía. Pero en plena canción, Hugo empezó a sentir algo extraño. Pensó que Rodolfo había mentido para no llevarse a Matías a la fiesta.
-”Algo anda mal”, le susurró Hugo a Brenda. “Sospecho que Matías no está en la fiesta. Vámonos de aquí”.
-”Pero vamos a arruinar la canción”, dijo Brenda, “¡Falta una estrofa!”.
-”No hay tiempo”, dijo Hugo, “tenemos que irnos del escenario. ¡Ven conmigo!”.
Después de los aplausos de la gente a la canción de la merluza, Hugo y Brenda salieron corriendo del escenario. La inquietud que tenían no los dejaba tranquilos. Al comienzo, los demás no entendían la causa. Pensaban que algo se les quedó o que les robaron.
-”¡Pero Hugo!”, dijo Eduardo. “¡Espérate un rato, queda una carta bajo la manga!”.
-”Lo siento, compadre”, dijo Hugo. “Es que aquí huele a gato encerrado”. En ese entonces todos quedaron estupefactos.
-”¡Cresta!”, dijo Hernán, “¿Qué habrá pasado como para que Hugo salga corriendo?”.
-”Parece que Rodolfo se mandó un condoro”, contestó el Willy, “Fíjate en su cara, parece que lo pillamos”.
-”Oye”, dijo Hugo a Brenda, “Parece que aquí no está Matías, como el Rodo había dicho”.
-”¿En serio?”, preguntó Brenda, “¿Entonces, qué se trajo este hombre?”.
-”Vamos a ver”. dijo Hugo, “Preguntémosle dónde dejó al bebé”.
-”Esto sí que va a arruinarlo todo”, dijo Filadelfia, “Pues, nadie escuchó a ningún niño llorar”.
-”¿Dónde se habrá metido este weón?”, dijo Guillermo, “Porque por algo no se trajo a su hijo”.
-”Ahí está el Rodo”, dijo Felicio, “Se encuentra en pleno escenario. Vamos a corroborar”. Se acercaron a Rodolfo, que portaba una guitarra en sus manos.
-”Huacho”, dijo Hugo, “¿Dónde dejaste a Matías? Pues, no lo escuchamos gritar”. Vio a Rodolfo mordiéndose la lengua por tal pregunta.
-”Lo dejé en los camarines”, dijo Rodolfo, “Vayan a verlo”.
-”Es que parece que te mandaste un cagazo”, dijo Hugo.
-”¿Cómo?”, vociferó Rodolfo, “¡Yo no hice nada malo, Negro! ¡Te lo juro!”.
-”Puede que sí”, dijo Hugo, “Voy a encontrarlo con los chiquillos. Tú, quédate aquí y te diremos la verdad”.
-”¡Pero lo digo en serio, hermano!”, dijo Rodolfo, que tiró la guitarra al suelo por los nervios. “¡Yo me traje a Matías, y no estoy mintiendo!”.
-”¿Y si es mentira?”, dijo Guillermo, “¿Cómo vas a reaccionar, patudo, encogiéndote de hombros o siendo sincero?”.
Hugo, Brenda, Filadelfia, Felicio y Guillermo se juntaron en patota para resolver su duda. Llegaron a los camarines, donde encontraron en la segunda mesa una manta, una bolsa repleta de pañales y algunos juguetes. Pero algo había dentro de la manta, que no se movía, ni tenía pelos en la cabeza.
-”A la chucha”, dijo Guillermo, “Creo que Rodolfo nos engañó. Hugo, abre la manta”.
Para comprobar lo que Rodolfo le dijo, Hugo abrió la frazada. Pero se dio cuenta que lo que dijo su amigo era mentira.
-”¿Matías?”, gritó Hugo, horrorizado, “¿Qué diablos te pasó?”.
-”Nos mintieron”, dijo Guillermo, “¡Este no es Matías, es una muñeca de trapo!”.
-”Me estás hueveando”, dijo Hugo, “¡Esto no puede ser!”.
-”¿Le avisamos o no?”, dijo Felicio, “Porque esto se fue al carajo”.
-”Hay que decirle al Eduardo”, dijo Guillermo, “¡Ahora ya!”. Con sus amigos, los dos llegaron corriendo para avisarle a Eduardo el horror que se encontraron en los camarines.
Mientras tanto, Rodolfo esperaba con sus compañeros de grupo. Éstos le empezaron a preguntar acerca del tema con Matías.
-”Huacho”, dijo Willy, “¿Realmente has traído a tu hijo a la fiesta? Tú lo dijiste”.
-”Hugo informará la verdad”, dijo Rodolfo, “Pues, creo que sí me lo llevé”.
-”No deberías creerlo, deberías saberlo, mentiroso culiao”, dijo Willy, “¿No te das cuenta que es TU responsabilidad el tener que cuidarlo?”.
-”¡Pero si eso lo tengo claro!”, contestó Rodolfo.
-”Fíjate en lo que haces, weón”, reclamó Hernán, “Si la prioridad en tu familia es Matías, claramente no irías a la fiesta”.
-”A mí me importaba más la fiesta”, dijo Rodolfo, haciéndose leso, “La Loreto me dejó ir. ¡Ella podría llevar a Matías al nosocomio!”.
-”Y a ti en el manicomio”, lo insultó Hernán, “¿Y cuántas veces te tendríamos que visitar?”.
-”Ni puta idea”, contestó Rodolfo, riéndose.
Todos en la fiesta estaban nerviosos por la respuesta que Hugo les iba a dar. Cuando llegó con sus amigos, no tenía la cara serena de siempre. Tenía el ceño fruncido, pero en realidad se sentía muy angustiado y con los ojos llorosos. Ahí, todos entendieron que algo lamentable había pasado.
-”Malas noticias”, dijo Hugo, “¡Matías no está aquí! El Rodo se trajo un feísimo muñeco de trapo”.
-”Rodolfo nos engañó”, dijo Eduardo, furioso al oír tales palabras. Todos, hasta el alcalde, miraron mal a Huacho, que, con cara de vergüenza, se dio cuenta que fue desenmascarado. Soltó una risa fuerte, frente a las caras de angustia, decepción, rabia y furia de los demás.
-”Sólo fue un cagazo”, dijo Rodolfo., “¡Ya, voy al tiro a ver al Matías! ¡Lo voy a buscar en la casa y me lo llevo!”.
-”¡Salta pa’l lao!”, vociferaban los otros presentes, enfadados.
-”Qué indigno has sido, Parada”, dijo el alcalde, “Primera vez que tengo que regañarte por un acto del cual te podrías dar cuenta”.
-”Pero si yo sólo me olvidé de mi hijo”, dijo Rodolfo, sonrojándose, “Déjenme ir a buscar…”
-”¡Cállate!”, dijo Eduardo, “No te vas, te quedarás aquí. Te van a investigar”.
-”No es digno de risas”, dijo Brenda, “Déjate de ser tan weón, Rodo”.
-“¡Hernán, llama a la policía!”, gritó Willy, “Esto no puede pasar”.
El Pelao pidió permiso al alcalde para agarrar el teléfono y así, comunicarse con las autoridades, a quienes les alertó que su colega dejó solo a Matías en la casa, en vez de llevárselo a la fiesta. Tan pronto como fueron informados, un grupo de policías llegó al centro cultural. Rodolfo se intentó esconder debajo de las mesas, pero no consiguió pasar desapercibido, pues Eduardo y Hernán lo agarraron de los pantalones.
-”Éste es el responsable”, dijo Eduardo, luego de un brutal “hss” y con Rodolfo agarrado, “Dijo que trajo a su hijo recién nacido a esta fiesta, pero fue mentira”. Tiró a Rodolfo al suelo, con mucha furia.
-”¡Eso significa cárcel!”, dijo el policía, que agarró a Rodolfo de las manos, y, tan pronto como Rodolfo gritaba, se lo llevó al auto.
-”¡Suéltenme!”, vociferó Rodolfo, con los ojos rojos y enfadadísimo, “¡Suéltenme, por la chucha!”.
El auto policial se desvanecía, con Rodolfo en el asiento de atrás. Eduardo y sus chicos lo miraron con una cara de tranquilidad, pero también de pena.
-”El Rodo no podría cometer un crimen así de lamentable”, dijo Eduardo, “habrá que reemplazarlo por el estupidísimo Cajón Pavlov, mucho peor que él”.
-”Recuerdo a ese hijo de puta”, dijo Carlos, “Él y el Rodo se peleaban demasiado”.
-”Ahora tenemos que contarle a Loreto”, dijo Guillermo, “Así como pillamos al Rodo, hay que avisar”.
-”¡Pobrecita!”, dijo Hugo, “Ojalá Loretito sepa cómo lidiar con la ausencia del Huacho. Vámonos a casa, ahí le informamos”.
La banda se juntó con sus amigos para volver al Tour Z, que fue donde se encontraron para partir a la fiesta. Cuando llegaron, Loreto todavía no estaba dentro del piso, pero Matías estaba ahí, y seguía agarrando la botella con leche.
-”¡Ay, no!”, dijo Carlos, “¡Pobre Matías, casi se muere de frío!”.
-”Matías llegaría a ser muy enfermizo por culpa de su padre”, dijo Willy, que tocaba con la mano la frente del bebé. “Pero por suerte no tiene fiebre”.
-”Vamos a vigilarlo”, dijo Hernán, “Mientras Loreto no esté, nosotros nos quedaremos al lado del nene”.
Loreto estaba en el hospital, esperando los resultados de sus exámenes. Una enfermera se le acercó con el teléfono.
-”¡Loreto Hernández Cabrera, señora de Parada!”, dijo la enfermera, “Tiene una urgencia telefónica”.
-”¡Oh!”, pensó Loreto. “Seguro que Rodolfo se mandó un cagazo terrible”, quien le llamó fue Hugo, que le informó la situación. Luego de escuchar todo sobre el suceso, Loreto se sintió afligida.
-”Loreto”, dijo Hugo, “Malas noticias. Tu marido no llevó a Matías a la fiesta en el centro cultural”.
-”Puta, el Rodo no hizo su parte”, dijo Loreto, Se fue corriendo a la casa, sabiendo que iba a recibir los resultados más tarde. Pese a todo, Loreto seguía pensando en Rodolfo, al que aún amaba pese a todos los problemas. Al llegar a casa, encontró a sus amigos vigilando el catre, con cara de pena. Con Matías en buen estado, Loreto se alivió un poco. Lo tomó en brazos y pasó el resto de la noche cerca de él, mientras los chicos se iban de vuelta a sus casas.
Allá en prisión, luego de olvidarse de Matías, estuvo Rodolfo Parada tras las rejas. A su lado estaban unas reclusas bonitas, encarceladas por ser “mujeres de muchos hombres”. A su lado derecho fueron encerrados unos grotescos ladrones que, con tan sólo verlos, lo asustaban. Éstos últimos tenían un perro doberman, igual de feo como ellos.
-”Es mi única noche aquí”, dijo Rodolfo a un recluso guapo, “debería estar preso para siempre”.
-”¿Por qué, qué te pasó?”, dijo el joven.
-”Pues, se me olvidó mi hijo de siete días, y lo dejé solo en la casa”, dijo Rodolfo.
-”Vaya mala suerte”.
-”Estaba atrasado, al ser invitado a una fiesta en el centro cultural de la comuna con mis compañeros de banda musical”.
-”Que un lactante se quede solo en casa significa cárcel para los papás”.
-”¿Sabes, compa? Me dan miedo los nefastos reclusos de al lado. A mi lado izquierdo están las reclusas bellas y esos pendejos me molestan”.
-”Te enseñaré a matonear. Así te podrás defender”.
Los reclusos feos se reían mientras chismorreaban la conversación de Rodolfo con el joven recluso.
-”Oíd bien, hijo de perra”, dijo el recluso feo, que presentó a su amigo preso Benjamín Mudín, el sordo. “Os presento a Benjamín. “Peleaos los dos por el amor de la reclusa rubiecita”.
-”¿Acaso crees que es un juego?”, dijo Rodolfo, “¡Ya tengo polola y tengo guagua!”.
-”¡Hazte el mujeriego, imbécil!”, rió el recluso feo.
-”¿Y Benjamín no escucha?”, dijo Rodolfo, “¡Menos posibilidades tienen de ganar!”.
-”¿En serio?”, se burló el recluso feo, que empujó a Benjamín y forzó a Rodolfo a golpearlo. Las palizas fueron tan graves, que Benjamín cayó al suelo.
-”¡Ganaste!”, celebraron los reclusos feos. “¡Quédate con las chicas!”.
-”¡No haré eso!”, gritó Rodolfo. “¡Es más inmoral que dejar a un infante solo en casa!”.
Los gritos de Rodolfo contra los reclusos feos eran tan fuertes que un guardia les pidió silencio. Con una pala y un rastrillo cavaron un hoyo para que Rodolfo se quedara con las reclusas. Lo empujaron y para colmo, casi lo ahogan.
-”¡MATÍAS!”, dijo Rodolfo, adolorido por la agresión recibida, “¡Voy por ti cuando salga de estas rejas!”.
El día posterior a la fiesta, mientras Rodolfo pasaba sus últimas horas de cárcel con las reclusas, sus amigos lamentaron su ausencia.
-”Puta la weá”, dijo Hernán, “Si no fuera por ese error, no lo hubiéramos dejado solo”.
-”Sería mejor esperar a Cajón para que nos acompañe”, dijo Guillermo, triste. “Llamé a Rodolfo por teléfono y me dijo que no quería estar impune por su crimen”.
-”¿Y qué escuchaste?”, preguntó Willy.
-”Me dijo, llorando, que tuvo que matonear para defenderse”, dijo Guillermo, “Hasta lo acosaron en la ducha”.
-”Qué terror”, dijo Eduardo. “Ahora estamos asumiendo las consecuencias de retarlo tanto”.
-”Lo bueno es que aprendió”, dijo Hernán.
-”¿Pero si Rodolfo sigue en la cárcel, quién será nuestro colega?”, preguntó Brenda.
-”No quiero que sea Cajón”, dijo Filadelfia, “Fue el alumno con peor rendimiento de los talleres. ¿No se acuerdan?”.
-”Yo no lo conozco”, dijo Felicio, “¿Quién es él?”.
-”Fue un compañero en unos talleres que hizo la cuadrilla”, dijo Brenda, “Era cómplice de los alumnos más mal portados”.
Mientras sus compañeros conversaban, Rodolfo recibió la noticia de que iba a salir de las rejas. El guardia se lo contó contento, pero Rodolfo no estaba feliz.
-”¡Quiero seguir en prisión!”, gritó Rodolfo, “¡Lo que hice fue una porquería!”.
-”Ya caducó el plazo”, dijo el guardia, “Así que sale de aquí. Otro recluso te lo agradecerá”. Mientras Rodolfo reclamaba, se lo llevó para el casino.
-”Eso es ser impune, guardia”, dijo Rodolfo, deprimido, “La cárcel era mejor que el matadero”.
-”Lo sé”, dijo el guardia, “pero ya cumpliste tu condena”, Le dio la mano y se despidieron llorando, mientras Rodolfo salía de la puerta a la calle.
Ya fuera de la cárcel, Rodolfo se veía lamentado. Pensaba en Loreto, en Matías, en sus amigos y hasta en su hermana. Se decía a sí mismo como un traidor a su familia, por el error cometido.
-”¡No aguanto esto!”, dijo Rodolfo, “¡Tendré que quitarme la vida!”. Fue a buscar una piedra gigante, una cuerda que se amarró en el cuello, y se dirigió al puente del río. Sus planes suicidas, por suerte, no ocurrieron. Un hombre que pasaba por ahí lo reconoció, y aterrado, inmediatamente fue corriendo hacia los muchachos, en especial a Guillermo.
-”¡Chiquillos!”, gritó el hombre, luego de ver la peligrosa escena, “¡Rodolfo Parada se quiere matar!”.
-”¿¡QUÉ?!”, gritaron los demás.
-”¡Guillermo, ve a buscarlo!”, dijo Eduardo, gritando, “¡Si lo encuentras muerto, avísanos!”.
-”No quiero verlo desangrado”, dijo Guillermo, “¡A por el Rodo!”.
Corriendo estaban el caballero y el Guille hasta dirigirse al puente. Ahí, encontraron a Rodolfo, que todavía no se había tirado.
-”¡Rodolfo, BÁJATE DE AHÍ!”, gritó Guillermo, que lo empujó hacia atrás. Por el golpe, Rodolfo cayó al suelo. Al parecer que su amigo estaba dormido, Guillermo lo cargó en sus brazos y se lo llevó corriendo hacia donde estaban sus compañeros.
-”¡Llegué, chicos!”, dijo Guillermo, que se sentó en la escalera, con la cabeza de Rodolfo en su regazo.
-”¡Ay, Huacho!”, se lamentaron los demás. “¡Se quería suicidar!”.
Tan pronto como escuchó a sus amigos, Rodolfo se despertó.
-”¿Y la piedra, y la cuerda, dónde están?”, dijo Rodolfo con cara de dolor. Al levantarse, encontró caras reconocibles.
-”Te lo quitamos”, dijo Hernán.
-”¡Oh, Rodolfo!”, dijo Brenda, “¡Estás vivo y bien!”.
-”¿Nos reconoces?”, dijo Hugo. Rodolfo, ya más atento, sonrió un poco.
-”Sí”, dijo Rodolfo, sereno. “Lamento ser tan imbécil con Matías”.
-”Rodo”, dijo Hernán, “eres humano. Antes de ti, otros ya cometieron el mismo error, y terminaron igual o peor que tú”.
-”Hubo condoros peores”, dijo Eduardo, “¿Los recuerdas?”.
Esa misma tarde, la cuadrilla retornó al barrio. Loreto escuchó los pasos de sus amigos, cuando, sonriente, corrió para abrir la puerta del piso. Así reconoció a Rodolfo, y, feliz, trajo a Matías para que lo viera. Cuando Rodolfo, Loreto y Matías se abrazaron contentos, los demás, emocionados, sonrieron.
-”Lo siento”, dijo Rodolfo.
-”Te adoro”, contestó Loreto, con Matías en sus brazos.
Hugo, al ver la cálida escena, estaba con un pañuelo en la mano, mientras sollozaba, no de tristeza, sino de ternura.
-”Hugo”, dijo Eduardo, “¿Y esos ojos? ¡No te vi llorar antes!”.
-”Son llorosos por la emoción”, dijo Hugo, con ojos de cachorro, y abrazando a Eduardo, “Nunca he visto un suceso así de conmovedor. ¡Bujujú!”.
-”¡Ay, Huguito!”, dijo Brenda.
-”Yo también tengo una basurita en el ojito”, dijo Guillermo, que tenía lágrimas corriendo.
-”¿Saben algo, chicos?”, dijo Loreto, “Si no fuera por ustedes, no sabría del paradero de Rodolfo, y menos, el de Matías. Por eso les agradezco que me hayan avisado”.
-”No hay de qué”, dijo Eduardo, “Dejemos de hablar un poco este tema, fíjate que todos estamos llorando aquí”. Un abrazo fraterno calmó todo, y un gorjeo de parte de Matías enterneció todo.
Luego de la fiesta y el condoro, todo volvió a la normalidad. La cuadrilla en sus actividades normales, y en sus facetas cariñosas fuera de los conciertos. Rodolfo ya lo tenía plasmado en su corazón, prometiendo que nunca, ni siquiera un segundo, dejaría botado a Matías, y tampoco a quien llegara después.
¡Fiesta! - 1974 - Películas de Quilapayún (1970-1979) - Temporada 2, Episodio 9 - 26 de julio de 1974
Temprano en la mañana del día 12 de julio estaba Rodolfo con sus amigos en el hospital Louis Mourier, donde esperaba a Loreto, que estaba de parto. Aprovechaban de ir a celebrar el acontecimiento con un delicioso helado en el café del recinto.
-”¡Apúrense, cabros!”, gritó Rodolfo, “¡Con este calor me voy a insolar!”.
-”¿Tienes la plata para los barquillos?”, preguntó Willy.
-”Sí”, contestó Rodolfo, “Ya, elijan el sabor, que no podemos dejar a la Lore sola”.
De repente, se escucharon gritos de regocijo, luego de que se escuchara el llanto de un niño, lo que causó que todos corrieran para verlo. No era nada más ni menos que Matías, como así nombrase Rodolfo a su primer hijo, al que miró con seriedad y desconfianza, al ser su primer día como padre.
Si bien Loreto recibió mucho amor familiar, Rodolfo veía al niño con una cara de indiferencia que se mezclaba con emoción. Al portarlo en brazos, la desconfianza abundaba. Y al dejarlo en los de Loreto, se quedaba tranquilo. Era tan extraña la sensación que el Rodo sentía en su cara.
-”¡Qué chiquitito!”, dijo Brenda, “¡Tiene los ojitos angelicales de la Loreto!”.
-”¡Aww, cosita rica!”, dijo Guillermo, “¡Puta, Huacho, Matías es como para cuidar una flor!”.
-”Está precioso tu hijito, Rodo”, dijo Hugo, “¿Por qué lloras, estás emocionado?”.
-”Lo dudo”, gritó Rodolfo, desconfiado, “Es el primer día del padre de mi vida”.
-”Tranquilo”, contestó Hugo, sereno, “Mira, tus compañeros ya lo estamos siendo”.
“¡Esto hay que celebrarlo!”, dijo Eduardo, “Ahora mismo, Rodo, se hará el ‘bautizo’ del Matías”.
-”¿Por qué?”, dijo Filadelfia, “El Matías tiene treinta minutos de nacido, hazlo después”.
-”Bueno”, dijo Eduardo. “Entonces, el Rodo recibirá méritos. Escuchen bien, cabros”.
Para que nadie más que ellos mismos escuchara el discurso, los muchachos se escondieron en la habitación que Loreto reservó para su puerperio.
-”Rodolfo”, dijo Eduardo, con cara de felicidad, “Felicidades por recibir semejante bendición, no sólo en tu familia, sino también en nuestra tribu. Así que dedícale una gran parte de tu amor a tu pequeño hijo, al que veremos como sus tíos”.
-”Gracias”, contestó Rodolfo, sonrojado, mientras sus amigos lo veían dulcemente cargando a Matías. Un minuto después, lo escucharon cantar su primera canción de cuna. Contemplaron los Quilas la cara de sueño del pequeño, y más se fijaron en sus ojos color castaño. Para ellos, semejante hecho fue algo que emocionó sus vidas.
Sin embargo, Rodolfo quería quitarse algo de peso encima. Tendría que apoyar a Loreto en las licencias postnatales y para más remate, encargarse de tantos deberes desagradables, como limpiar el cuarto, limpiar al niño, preparar leche y hasta dormir a Matías si era necesario. Y eso fue lo primero que pensó.
-”Una de tus responsabilidades, Rodo, es acostar a Matías. Tiene que tomar varias siestas”, dijo Carlos, “Y otra, es preparar leche. Esos serán dos de tus mayores desafíos en la vida paterna. Sé que lo quieres evitar, pero, lo siento, si tú deseaste tener guagua, aquí tienes las consecuencias de tan tierna decisión”.
A casi una semana del nacimiento de Matías, el alcalde dio una información importante: llegó al barrio la noticia de que se celebrará un festival en Colombes, empezando a las seis y media de la tarde. El punto de encuentro sería en el centro cultural. Como ha sido frecuente, los Quilas estaban invitados a participar, debido a su carácter entusiasta en contribuir en las actividades culturales, no sólo en los conciertos, sino también en eventos de su barrio y hasta de su país de exilio.
-”¡Vamos, chicos!”, dijo Hugo. “¿Qué mejor que salir a quedarse dentro de casa?”.
-”Sería buena idea”, dijo Rodolfo. “Si no fuera por ese Matías que ya me tiene ocupado”.
-”No digas esa weá”, dijo Hernán. “Podrías llevarlo igualmente, aunque no sea la mejor opción”.
Para sus amigos era buena idea, pero Rodolfo no sabía si dedicar más tiempo a Matías o a la fiesta. Así que le preguntó a Loreto cuál decisión tomar.
-”Loreto”, dijo Rodolfo. “¿Qué elijo? ¿Una fiesta, para pasarla bien, o nuestro hijo, que hace una semana que acaba de nacer?”.
-”Escúchame, Huacho”, contestó Loreto, que entregó a su marido aquel niño de siete días de nacido. “Voy al hospital a hacerme exámenes post-maternidad y agendar el control de Matías. Y no iré contigo a la fiesta”.
-”Pucha”, dijo Rodolfo. “Si fueras conmigo, estaría tranquilo”.
“Bueno”, dijo Loreto. “Podrás ir a la fiesta con tus colegas. Sólo, con la condición de que cuides a Matías y lo lleves allá, porque no voy a estar con ustedes. Si no vas con Matías, te quedas en casa”.
-”Lo prometo, Lore”, dijo Rodolfo. “Haré lo mejor para cumplir tu petición”. Besó la mejilla de Loreto, que se marchaba del piso para irse al hospital. Luego de despedirse de su amada, Rodolfo puso a Matías en su regazo. Ahí se le quitó la desconfianza.
Aunque al inicio lo pensó, Rodolfo entendió al rato que no era tan terrible el tener un hijo. Gracias a unos recados que Loreto escribió en la cocina, Rodolfo preparó la fórmula. Luego se acercó a Matías con el biberón, se lo puso en la boca y lo llevó a la mecedora, mientras le cantaba.
-”Hugo tenía razón”, dijo Rodolfo, “No es tan terrible ser padre. Como me estoy poniendo las pilas, mi hijo lo agradecerá. ¿Verdad, precioso?”.
Matías contestaba con gorgoteos a su padre, después de un tiempo agarrando la tetina del biberón con la boca. Rodolfo sentía deleite, lo que le recordaba a su infancia misma.
De repente, entre tanta ternura que Rodolfo sentía en el corazón, se escucharon las campanadas que indican las seis de la tarde. Ahí, el Huacho se dio cuenta que iba a llegar tarde.
-”¡Mierda!”, dijo Rodolfo, horrorizado. “¡Son las seis! En media hora más debo estar con mis compadres”. Se fue corriendo al baño, se quitó la ropa y fue a bañarse. Se demoró veinte minutos en hacerlo. Los otros diez los usó para vestirse y arreglar sus cosas. Fue en ese entonces que se mandó el peor condoro de su vida: pensando que se llevó a Matías, se llevó una muñeca en su lugar. Poco sabía Rodolfo que el bebé se había quedado en la casa.
-”¡Uf!”, suspiró Rodolfo, todavía con tal pensamiento erróneo en su cabeza. “Al menos llegaré bien”.
Mientras Rodolfo salía corriendo, los demás Quilas lo esperaban con cara de confusión. Sus amigos Brenda, Filadelfia y Felicio salieron elegidos para el baile que empezaría a las ocho de la tarde.
-”¿Qué chucha con el Huacho?”, dijo Willy, “Dijo que iba a llegar a tiempo”.
-”Cumpa, el Rodo es papá”, dijo Hernán, “Puede que por eso llegue después”.
-”La Loreto está en el hospital, cabros”, dijo Hugo, “Y el Huacho dijo que iba a traer a Matías al evento”.
Rodolfo llegó a las siete de la tarde, a una hora de cuando inició la fiesta. A su llegada, saludó a todos, con una peculiar cara de distraído de la cual nadie se dio cuenta.
-”¡Che Rodolfo!”, dijo Felicio. “¡Qué alegría verte!”.
-”Gracias, Felicio”, respondió Rodolfo.
-”¡Rodo!”, dijo Brenda. “¿Qué te pasó?”.
-”Me atrasé”, contestó Rodolfo.
-”¿Trajiste a Matías?”, dijo Eduardo.
-”Sí”, dijo Rodolfo, con cara de inseguridad y los dientes nerviosos. “Aquí está Matías. No se preocupen”.
-”¿Sabes, Huacho?”, dijo Carlos. “Cuando sea el baile, que será a las ocho, vamos a tocar música. Cenaremos en treinta minutos más, así no nos demoramos tanto”.
-”¡Uf!”, dijo Rodolfo. “¡No llegué tarde a la tocata al menos!”. Se echó a reír con sus amigos, con los cuales invitó un trago.
A las siete y cuarto, el alcalde puso música. Empezaron con el baile de la conga, donde todos los partícipes se pusieron locos de alegría. Las duplas del grupo se juntaron para danzar al son del ritmo. Hugo estaba con Brenda, mientras que Filadelfia con Felicio.
-”¡Conga, conga, conga!”, cantaba Willy. “Un, dos, tres, ¡chachachá!”.
A quince minutos, durante la cena, Willy fue invitado a tocar un pie de tango. Interpretó tres temas, los tangos “Besos brujos”, “Por una cabeza” y una canción de comedia, “El ratón vaquero”. Ésta última la cantó para hacer reír a los niños que estaban en el evento.
-”¡Mira, los Quilas!”, gritó una adolescente.
-”¡Qué payaso!”, rió Guillermo. “¡Ay, Willy, por eso nos divertimos con tus tallas!”.
-”¡Felicidades!”, dijeron los demás. “¡Tienes alma de adolescente!”. Mientras tanto, Willy les agradeció serenamente sus bellos comentarios.
A las ocho empezó la hora de los números artísticos. Brenda y Hugo llegaron a cantar un estándar de jazz cómico, llamado “El mejor restorán”, tema con el cual representaron un poco los restaurantes a los que asistían con sus colegas. Después, hubo una temporada de jazz, donde los presentes se pusieron a bailar. Brenda también volvió a participar, cantando una canción de Carmen Miranda, “Cuánto le gusta”. Todos le siguieron el pie de la letra, debido a lo pegadiza que era la música. Más adelante todos se pusieron a bailar al son de “Onofre, sí Frei”.
Después de su interpretación, alguien estaba comiendo merluza, pero la encontró horrible.
-”¡Pucha, qué asco este pescado, gallo!”, dijo el caballero, “¿Te cachai?”. Al oír esto, los Quilas se burlaron de él.
-”¡Miren qué irrespetuoso ese weón!”, dijo Hernán, en voz baja. “Vamos a decirle que está equivocado”.
-”¿Y qué tiene, Pelao?”, dijo Brenda. “Hay gente a la que no le gusta la merluza, así que tengan más cuidado con sus palabras, muchachos”.
-”Pero hay gente que dice eso de forma desubicada”, dijo Eduardo. “Como ese viejo cochino y barrigón, que para más remate tiene su mesa muy sucia”.
-”¡A comer merluza!”, dijo Carlos. Subieron al escenario para tocar la canción del mismo nombre. Las parejas de baile se repitieron, mientras con la música, la gente se reía, bailaba y aplaudía. Pero en plena canción, Hugo empezó a sentir algo extraño. Pensó que Rodolfo había mentido para no llevarse a Matías a la fiesta.
-”Algo anda mal”, le susurró Hugo a Brenda. “Sospecho que Matías no está en la fiesta. Vámonos de aquí”.
-”Pero vamos a arruinar la canción”, dijo Brenda, “¡Falta una estrofa!”.
-”No hay tiempo”, dijo Hugo, “tenemos que irnos del escenario. ¡Ven conmigo!”.
Después de los aplausos de la gente a la canción de la merluza, Hugo y Brenda salieron corriendo del escenario. La inquietud que tenían no los dejaba tranquilos. Al comienzo, los demás no entendían la causa. Pensaban que algo se les quedó o que les robaron.
-”¡Pero Hugo!”, dijo Eduardo. “¡Espérate un rato, queda una carta bajo la manga!”.
-”Lo siento, compadre”, dijo Hugo. “Es que aquí huele a gato encerrado”. En ese entonces todos quedaron estupefactos.
-”¡Cresta!”, dijo Hernán, “¿Qué habrá pasado como para que Hugo salga corriendo?”.
-”Parece que Rodolfo se mandó un condoro”, contestó el Willy, “Fíjate en su cara, parece que lo pillamos”.
-”Oye”, dijo Hugo a Brenda, “Parece que aquí no está Matías, como el Rodo había dicho”.
-”¿En serio?”, preguntó Brenda, “¿Entonces, qué se trajo este hombre?”.
-”Vamos a ver”. dijo Hugo, “Preguntémosle dónde dejó al bebé”.
-”Esto sí que va a arruinarlo todo”, dijo Filadelfia, “Pues, nadie escuchó a ningún niño llorar”.
-”¿Dónde se habrá metido este weón?”, dijo Guillermo, “Porque por algo no se trajo a su hijo”.
-”Ahí está el Rodo”, dijo Felicio, “Se encuentra en pleno escenario. Vamos a corroborar”. Se acercaron a Rodolfo, que portaba una guitarra en sus manos.
-”Huacho”, dijo Hugo, “¿Dónde dejaste a Matías? Pues, no lo escuchamos gritar”. Vio a Rodolfo mordiéndose la lengua por tal pregunta.
-”Lo dejé en los camarines”, dijo Rodolfo, “Vayan a verlo”.
-”Es que parece que te mandaste un cagazo”, dijo Hugo.
-”¿Cómo?”, vociferó Rodolfo, “¡Yo no hice nada malo, Negro! ¡Te lo juro!”.
-”Puede que sí”, dijo Hugo, “Voy a encontrarlo con los chiquillos. Tú, quédate aquí y te diremos la verdad”.
-”¡Pero lo digo en serio, hermano!”, dijo Rodolfo, que tiró la guitarra al suelo por los nervios. “¡Yo me traje a Matías, y no estoy mintiendo!”.
-”¿Y si es mentira?”, dijo Guillermo, “¿Cómo vas a reaccionar, patudo, encogiéndote de hombros o siendo sincero?”.
Hugo, Brenda, Filadelfia, Felicio y Guillermo se juntaron en patota para resolver su duda. Llegaron a los camarines, donde encontraron en la segunda mesa una manta, una bolsa repleta de pañales y algunos juguetes. Pero algo había dentro de la manta, que no se movía, ni tenía pelos en la cabeza.
-”A la chucha”, dijo Guillermo, “Creo que Rodolfo nos engañó. Hugo, abre la manta”.
Para comprobar lo que Rodolfo le dijo, Hugo abrió la frazada. Pero se dio cuenta que lo que dijo su amigo era mentira.
-”¿Matías?”, gritó Hugo, horrorizado, “¿Qué diablos te pasó?”.
-”Nos mintieron”, dijo Guillermo, “¡Este no es Matías, es una muñeca de trapo!”.
-”Me estás hueveando”, dijo Hugo, “¡Esto no puede ser!”.
-”¿Le avisamos o no?”, dijo Felicio, “Porque esto se fue al carajo”.
-”Hay que decirle al Eduardo”, dijo Guillermo, “¡Ahora ya!”. Con sus amigos, los dos llegaron corriendo para avisarle a Eduardo el horror que se encontraron en los camarines.
Mientras tanto, Rodolfo esperaba con sus compañeros de grupo. Éstos le empezaron a preguntar acerca del tema con Matías.
-”Huacho”, dijo Willy, “¿Realmente has traído a tu hijo a la fiesta? Tú lo dijiste”.
-”Hugo informará la verdad”, dijo Rodolfo, “Pues, creo que sí me lo llevé”.
-”No deberías creerlo, deberías saberlo, mentiroso culiao”, dijo Willy, “¿No te das cuenta que es TU responsabilidad el tener que cuidarlo?”.
-”¡Pero si eso lo tengo claro!”, contestó Rodolfo.
-”Fíjate en lo que haces, weón”, reclamó Hernán, “Si la prioridad en tu familia es Matías, claramente no irías a la fiesta”.
-”A mí me importaba más la fiesta”, dijo Rodolfo, haciéndose leso, “La Loreto me dejó ir. ¡Ella podría llevar a Matías al nosocomio!”.
-”Y a ti en el manicomio”, lo insultó Hernán, “¿Y cuántas veces te tendríamos que visitar?”.
-”Ni puta idea”, contestó Rodolfo, riéndose.
Todos en la fiesta estaban nerviosos por la respuesta que Hugo les iba a dar. Cuando llegó con sus amigos, no tenía la cara serena de siempre. Tenía el ceño fruncido, pero en realidad se sentía muy angustiado y con los ojos llorosos. Ahí, todos entendieron que algo lamentable había pasado.
-”Malas noticias”, dijo Hugo, “¡Matías no está aquí! El Rodo se trajo un feísimo muñeco de trapo”.
-”Rodolfo nos engañó”, dijo Eduardo, furioso al oír tales palabras. Todos, hasta el alcalde, miraron mal a Huacho, que, con cara de vergüenza, se dio cuenta que fue desenmascarado. Soltó una risa fuerte, frente a las caras de angustia, decepción, rabia y furia de los demás.
-”Sólo fue un cagazo”, dijo Rodolfo., “¡Ya, voy al tiro a ver al Matías! ¡Lo voy a buscar en la casa y me lo llevo!”.
-”¡Salta pa’l lao!”, vociferaban los otros presentes, enfadados.
-”Qué indigno has sido, Parada”, dijo el alcalde, “Primera vez que tengo que regañarte por un acto del cual te podrías dar cuenta”.
-”Pero si yo sólo me olvidé de mi hijo”, dijo Rodolfo, sonrojándose, “Déjenme ir a buscar…”
-”¡Cállate!”, dijo Eduardo, “No te vas, te quedarás aquí. Te van a investigar”.
-”No es digno de risas”, dijo Brenda, “Déjate de ser tan weón, Rodo”.
-“¡Hernán, llama a la policía!”, gritó Willy, “Esto no puede pasar”.
El Pelao pidió permiso al alcalde para agarrar el teléfono y así, comunicarse con las autoridades, a quienes les alertó que su colega dejó solo a Matías en la casa, en vez de llevárselo a la fiesta. Tan pronto como fueron informados, un grupo de policías llegó al centro cultural. Rodolfo se intentó esconder debajo de las mesas, pero no consiguió pasar desapercibido, pues Eduardo y Hernán lo agarraron de los pantalones.
-”Éste es el responsable”, dijo Eduardo, luego de un brutal “hss” y con Rodolfo agarrado, “Dijo que trajo a su hijo recién nacido a esta fiesta, pero fue mentira”. Tiró a Rodolfo al suelo, con mucha furia.
-”¡Eso significa cárcel!”, dijo el policía, que agarró a Rodolfo de las manos, y, tan pronto como Rodolfo gritaba, se lo llevó al auto.
-”¡Suéltenme!”, vociferó Rodolfo, con los ojos rojos y enfadadísimo, “¡Suéltenme, por la chucha!”.
El auto policial se desvanecía, con Rodolfo en el asiento de atrás. Eduardo y sus chicos lo miraron con una cara de tranquilidad, pero también de pena.
-”El Rodo no podría cometer un crimen así de lamentable”, dijo Eduardo, “habrá que reemplazarlo por el estupidísimo Cajón Pavlov, mucho peor que él”.
-”Recuerdo a ese hijo de puta”, dijo Carlos, “Él y el Rodo se peleaban demasiado”.
-”Ahora tenemos que contarle a Loreto”, dijo Guillermo, “Así como pillamos al Rodo, hay que avisar”.
-”¡Pobrecita!”, dijo Hugo, “Ojalá Loretito sepa cómo lidiar con la ausencia del Huacho. Vámonos a casa, ahí le informamos”.
La banda se juntó con sus amigos para volver al Tour Z, que fue donde se encontraron para partir a la fiesta. Cuando llegaron, Loreto todavía no estaba dentro del piso, pero Matías estaba ahí, y seguía agarrando la botella con leche.
-”¡Ay, no!”, dijo Carlos, “¡Pobre Matías, casi se muere de frío!”.
-”Matías llegaría a ser muy enfermizo por culpa de su padre”, dijo Willy, que tocaba con la mano la frente del bebé. “Pero por suerte no tiene fiebre”.
-”Vamos a vigilarlo”, dijo Hernán, “Mientras Loreto no esté, nosotros nos quedaremos al lado del nene”.
Loreto estaba en el hospital, esperando los resultados de sus exámenes. Una enfermera se le acercó con el teléfono.
-”¡Loreto Hernández Cabrera, señora de Parada!”, dijo la enfermera, “Tiene una urgencia telefónica”.
-”¡Oh!”, pensó Loreto. “Seguro que Rodolfo se mandó un cagazo terrible”, quien le llamó fue Hugo, que le informó la situación. Luego de escuchar todo sobre el suceso, Loreto se sintió afligida.
-”Loreto”, dijo Hugo, “Malas noticias. Tu marido no llevó a Matías a la fiesta en el centro cultural”.
-”Puta, el Rodo no hizo su parte”, dijo Loreto, Se fue corriendo a la casa, sabiendo que iba a recibir los resultados más tarde. Pese a todo, Loreto seguía pensando en Rodolfo, al que aún amaba pese a todos los problemas. Al llegar a casa, encontró a sus amigos vigilando el catre, con cara de pena. Con Matías en buen estado, Loreto se alivió un poco. Lo tomó en brazos y pasó el resto de la noche cerca de él, mientras los chicos se iban de vuelta a sus casas.
Allá en prisión, luego de olvidarse de Matías, estuvo Rodolfo Parada tras las rejas. A su lado estaban unas reclusas bonitas, encarceladas por ser “mujeres de muchos hombres”. A su lado derecho fueron encerrados unos grotescos ladrones que, con tan sólo verlos, lo asustaban. Éstos últimos tenían un perro doberman, igual de feo como ellos.
-”Es mi única noche aquí”, dijo Rodolfo a un recluso guapo, “debería estar preso para siempre”.
-”¿Por qué, qué te pasó?”, dijo el joven.
-”Pues, se me olvidó mi hijo de siete días, y lo dejé solo en la casa”, dijo Rodolfo.
-”Vaya mala suerte”.
-”Estaba atrasado, al ser invitado a una fiesta en el centro cultural de la comuna con mis compañeros de banda musical”.
-”Que un lactante se quede solo en casa significa cárcel para los papás”.
-”¿Sabes, compa? Me dan miedo los nefastos reclusos de al lado. A mi lado izquierdo están las reclusas bellas y esos pendejos me molestan”.
-”Te enseñaré a matonear. Así te podrás defender”.
Los reclusos feos se reían mientras chismorreaban la conversación de Rodolfo con el joven recluso.
-”Oíd bien, hijo de perra”, dijo el recluso feo, que presentó a su amigo preso Benjamín Mudín, el sordo. “Os presento a Benjamín. “Peleaos los dos por el amor de la reclusa rubiecita”.
-”¿Acaso crees que es un juego?”, dijo Rodolfo, “¡Ya tengo polola y tengo guagua!”.
-”¡Hazte el mujeriego, imbécil!”, rió el recluso feo.
-”¿Y Benjamín no escucha?”, dijo Rodolfo, “¡Menos posibilidades tienen de ganar!”.
-”¿En serio?”, se burló el recluso feo, que empujó a Benjamín y forzó a Rodolfo a golpearlo. Las palizas fueron tan graves, que Benjamín cayó al suelo.
-”¡Ganaste!”, celebraron los reclusos feos. “¡Quédate con las chicas!”.
-”¡No haré eso!”, gritó Rodolfo. “¡Es más inmoral que dejar a un infante solo en casa!”.
Los gritos de Rodolfo contra los reclusos feos eran tan fuertes que un guardia les pidió silencio. Con una pala y un rastrillo cavaron un hoyo para que Rodolfo se quedara con las reclusas. Lo empujaron y para colmo, casi lo ahogan.
-”¡MATÍAS!”, dijo Rodolfo, adolorido por la agresión recibida, “¡Voy por ti cuando salga de estas rejas!”.
El día posterior a la fiesta, mientras Rodolfo pasaba sus últimas horas de cárcel con las reclusas, sus amigos lamentaron su ausencia.
-”Puta la weá”, dijo Hernán, “Si no fuera por ese error, no lo hubiéramos dejado solo”.
-”Sería mejor esperar a Cajón para que nos acompañe”, dijo Guillermo, triste. “Llamé a Rodolfo por teléfono y me dijo que no quería estar impune por su crimen”.
-”¿Y qué escuchaste?”, preguntó Willy.
-”Me dijo, llorando, que tuvo que matonear para defenderse”, dijo Guillermo, “Hasta lo acosaron en la ducha”.
-”Qué terror”, dijo Eduardo. “Ahora estamos asumiendo las consecuencias de retarlo tanto”.
-”Lo bueno es que aprendió”, dijo Hernán.
-”¿Pero si Rodolfo sigue en la cárcel, quién será nuestro colega?”, preguntó Brenda.
-”No quiero que sea Cajón”, dijo Filadelfia, “Fue el alumno con peor rendimiento de los talleres. ¿No se acuerdan?”.
-”Yo no lo conozco”, dijo Felicio, “¿Quién es él?”.
-”Fue un compañero en unos talleres que hizo la cuadrilla”, dijo Brenda, “Era cómplice de los alumnos más mal portados”.
Mientras sus compañeros conversaban, Rodolfo recibió la noticia de que iba a salir de las rejas. El guardia se lo contó contento, pero Rodolfo no estaba feliz.
-”¡Quiero seguir en prisión!”, gritó Rodolfo, “¡Lo que hice fue una porquería!”.
-”Ya caducó el plazo”, dijo el guardia, “Así que sale de aquí. Otro recluso te lo agradecerá”. Mientras Rodolfo reclamaba, se lo llevó para el casino.
-”Eso es ser impune, guardia”, dijo Rodolfo, deprimido, “La cárcel era mejor que el matadero”.
-”Lo sé”, dijo el guardia, “pero ya cumpliste tu condena”, Le dio la mano y se despidieron llorando, mientras Rodolfo salía de la puerta a la calle.
Ya fuera de la cárcel, Rodolfo se veía lamentado. Pensaba en Loreto, en Matías, en sus amigos y hasta en su hermana. Se decía a sí mismo como un traidor a su familia, por el error cometido.
-”¡No aguanto esto!”, dijo Rodolfo, “¡Tendré que quitarme la vida!”. Fue a buscar una piedra gigante, una cuerda que se amarró en el cuello, y se dirigió al puente del río. Sus planes suicidas, por suerte, no ocurrieron. Un hombre que pasaba por ahí lo reconoció, y aterrado, inmediatamente fue corriendo hacia los muchachos, en especial a Guillermo.
-”¡Chiquillos!”, gritó el hombre, luego de ver la peligrosa escena, “¡Rodolfo Parada se quiere matar!”.
-”¿¡QUÉ?!”, gritaron los demás.
-”¡Guillermo, ve a buscarlo!”, dijo Eduardo, gritando, “¡Si lo encuentras muerto, avísanos!”.
-”No quiero verlo desangrado”, dijo Guillermo, “¡A por el Rodo!”.
Corriendo estaban el caballero y el Guille hasta dirigirse al puente. Ahí, encontraron a Rodolfo, que todavía no se había tirado.
-”¡Rodolfo, BÁJATE DE AHÍ!”, gritó Guillermo, que lo empujó hacia atrás. Por el golpe, Rodolfo cayó al suelo. Al parecer que su amigo estaba dormido, Guillermo lo cargó en sus brazos y se lo llevó corriendo hacia donde estaban sus compañeros.
-”¡Llegué, chicos!”, dijo Guillermo, que se sentó en la escalera, con la cabeza de Rodolfo en su regazo.
-”¡Ay, Huacho!”, se lamentaron los demás. “¡Se quería suicidar!”.
Tan pronto como escuchó a sus amigos, Rodolfo se despertó.
-”¿Y la piedra, y la cuerda, dónde están?”, dijo Rodolfo con cara de dolor. Al levantarse, encontró caras reconocibles.
-”Te lo quitamos”, dijo Hernán.
-”¡Oh, Rodolfo!”, dijo Brenda, “¡Estás vivo y bien!”.
-”¿Nos reconoces?”, dijo Hugo. Rodolfo, ya más atento, sonrió un poco.
-”Sí”, dijo Rodolfo, sereno. “Lamento ser tan imbécil con Matías”.
-”Rodo”, dijo Hernán, “eres humano. Antes de ti, otros ya cometieron el mismo error, y terminaron igual o peor que tú”.
-”Hubo condoros peores”, dijo Eduardo, “¿Los recuerdas?”.
Esa misma tarde, la cuadrilla retornó al barrio. Loreto escuchó los pasos de sus amigos, cuando, sonriente, corrió para abrir la puerta del piso. Así reconoció a Rodolfo, y, feliz, trajo a Matías para que lo viera. Cuando Rodolfo, Loreto y Matías se abrazaron contentos, los demás, emocionados, sonrieron.
-”Lo siento”, dijo Rodolfo.
-”Te adoro”, contestó Loreto, con Matías en sus brazos.
Hugo, al ver la cálida escena, estaba con un pañuelo en la mano, mientras sollozaba, no de tristeza, sino de ternura.
-”Hugo”, dijo Eduardo, “¿Y esos ojos? ¡No te vi llorar antes!”.
-”Son llorosos por la emoción”, dijo Hugo, con ojos de cachorro, y abrazando a Eduardo, “Nunca he visto un suceso así de conmovedor. ¡Bujujú!”.
-”¡Ay, Huguito!”, dijo Brenda.
-”Yo también tengo una basurita en el ojito”, dijo Guillermo, que tenía lágrimas corriendo.
-”¿Saben algo, chicos?”, dijo Loreto, “Si no fuera por ustedes, no sabría del paradero de Rodolfo, y menos, el de Matías. Por eso les agradezco que me hayan avisado”.
-”No hay de qué”, dijo Eduardo, “Dejemos de hablar un poco este tema, fíjate que todos estamos llorando aquí”. Un abrazo fraterno calmó todo, y un gorjeo de parte de Matías enterneció todo.
Luego de la fiesta y el condoro, todo volvió a la normalidad. La cuadrilla en sus actividades normales, y en sus facetas cariñosas fuera de los conciertos. Rodolfo ya lo tenía plasmado en su corazón, prometiendo que nunca, ni siquiera un segundo, dejaría botado a Matías, y tampoco a quien llegara después.
ALTERNATIVAS
Marca cuál de las alternativas es la que consideres correcta (1 punto c/u).
ALTERNATIVAS
Marca cuál de las alternativas es la que consideres correcta (1 punto c/u).
¿Por qué Rodolfo quería quitarse responsabilidad como papá?
Porque tendría que hacer deberes desagradables
Porque no estaba ni ahí con Matías
Porque quería irse por cigarros
Porque le importaba más la cuadrilla
¿Qué condición le dio Loreto a Rodolfo para ir a la fiesta?
Que le haga las tareas de la casa
Que la acompañe al doctor
Que lleve a Matías al evento
Que no lleve a Matías
¿Cómo Rodolfo se dio cuenta que iba a llegar tarde a la fiesta?
Le llegó una llamada telefónica
Las campanadas del reloj
Se quedó dormido
No se dio cuenta
¿De quién se reían los chicos cuando cantaban "La merluza"?
De una vieja gorda y fea
De ellos mismos
De Rodolfo
De un tipo que comía merluza pero la encontró horrible
¿Quién se dio cuenta que Rodolfo NO llevó a Matías?
Hugo
Rodolfo se dio cuenta
El alcalde
Nadie se dio cuenta
¿Cómo se sintieron los demás cuando se enteraron que Rodolfo se olvidó de Matías?
No estaban ni ahí
Estaban aliviados
Furiosos, tristes y molestos
Aburridos
¿Qué le pasó a Rodolfo cuando lo descubrieron sin Matías?
Lo castigaron en la casa
Quedó preso
Lo echaron del grupo
Mandaron a adoptar a Matías
Cuando Hugo le mandó a Loreto la noticia de que Rodolfo no hizo su parte, ¿Qué hizo ella?
Fue a sacar a Rodolfo de la cárcel
Fue a denunciar a su marido
No le creyó
Fue al piso a ver a Matías y a la cuadrilla
¿Qué recluso con el que Rodolfo estuvo era mudo?
Benjamín Mudín
La reclusa rubia
El recluso guapo
Nadie era mudo
¿Qué integrante de la cuadrilla reemplazaría a Rodolfo si éste seguía preso?
Sancho Flaco
"Cajón" Pablov
Frenillos
No habría reemplazo
Cuando salió de la cárcel, ¿cómo se sintió Rodolfo?
Feliz
Lamentado y deprimido
Cansado
No sentía nada
¿Qué pensaba Rodolfo luego de salir de la cárcel?
En volver a por Matías
En divorciarse de Loreto
En suicidarse
En otra cosa
¿Quién de la cuadrilla fue a rescatar a Rodolfo?
Hernán
Filadelfia
Willy
Guillermo
¿Rodolfo pidió perdón a sus seres queridos por lo que hizo con Matías?
Sí
No
No quiso
No dijo nada
¿Por qué Hugo se puso a llorar mientras veía a Rodolfo abrazar a su familia?
Porque tenía nostalgia
Porque le emocionaba
Ya lloraba de antes
Sentía lástima
¿Qué prometió Rodolfo después de su aventura?
En salirse del grupo
En no ir a fiestas nunca más
En no dejar botado a Matías ni a quien venga después nunca más
En separarse de Loreto
{"name":"Quiz: ¡Fiesta! (1974) - Prueba", "url":"https://www.supersurvey.com/QPREVIEW","txt":"Escribe tu nombre de usuario en Propuestas de Fans para Fans, Primer intento de quiz para Propuestas de Fans para Fans. Posee una serie de ítems para entender el trabajo de los usuarios. Se trata de un formulario con alternativas., LECTURA Lee el texto \"¡Fiesta! que está a continuación.","img":"https://www.supersurvey.com/3012/images/ogquiz.png"}
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